Durante los tres meses posteriores al terremoto, la industria del ramo recibió más de 200 mil denuncias por daños, equivalente a 10 años de siniestros.
Asociación de Aseguradores lanza libro testimonial del 27-F
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- 18 marzo, 2015
Han pasado cinco años desde el terremoto del 27 de febrero de 2010 y las cifras que dejó aquella catástrofe todavía sorprenden, ya que las aseguradoras pagaron más de US$ 6 mil millones en indemnizaciones a los clientes cuyas viviendas resultaron afectadas. Este monto cobra relevancia al considerar que las pérdidas totales del movimiento telúrico de 2010 fueron cifradas en US$ 30 mil millones, equivalentes al 15% del PIB nacional.
El Presidente de la Asociación de Aseguradores de Chile (AACh), José Manuel Camposano, explica que al considerar el total del reembolso -nueve veces mayor al patrimonio de todas las compañías de seguros del país- y el tiempo que tardaron en pagar estos montos, «fue algo inédito y nos sentimos orgullosos porque lo hicimos en un tiempo récord en nueve meses, lo que significó un esfuerzo importante para las personas que trabajan en la industria».
En conjunto, las aseguradoras recibieron 222.416 denuncias de siniestros durante los tres meses posteriores al terremoto, cantidad que equivale al trabajo acumulado en 10 años.
Desde la vereda opuesta, el Ex Superintendente de Valores y Seguros, Fernando Coloma, estima que si bien el proceso de cobros de seguros fue exitoso, dada la magnitud del sismo, la coordinación entre la entidad fiscalizadora y las compañías para garantizar una liquidación expedita, no fue tan fácil en aspectos como en la definición de plazos.
«Pusimos presión para que el sistema reaccionara a tiempo, lo que en principio fue resistido por las compañías. Los que no cumplían se les hicieron procesos sancionatorios, aunque en general se cumplió todo en buen estándar», dice Coloma, puntualizando que debido a los efectos del terremoto en la propia industria, se permitieron prórrogas acotadas para efectuar los pagos.
Lecciones aprendidas
Desde la AACH reconocen que tras el terremoto notaron falencias en algunos procedimientos, especialmente en la entrega de información a través de las pólizas. «Hay seguros masivos que no tienen toda la información para entender qué se está cubriendo. Se ha mejorado la transparencia de información para que sea más claro y entendible», asegura Camposano. Opinión similar es la que tiene Fernando Coloma, quien asegura que «se hicieron diseños de pólizas más simples para informar mejor a la gente». Las cifras expuestas están plasmadas en el libro que hoy será presentado por la AACh, titulado «8,8° Richter: El mayor desafío de los aseguradores chilenos», donde se muestra el rol que jugaron las aseguradoras durante el terremoto e incorpora testimonios de clientes damnificados y de las compañías, que debieron sortear inconvenientes de todo tipo para realizar la cuantificación de los daños.
Dos experiencias que recoge el libro
Sucursal móvil. Entre los testimonios que recoge el libro de los aseguradores destaca la experiencia de un equipo de cuatro funcionarios de Penta Security, quienes acordaron trasladarse a la devastada ciudad de Concepción para asistir al personal local con una sucursal móvil. Ante la imposibilidad de conseguir una casa rodante u hoteles disponibles, consiguieron un acoplado con camas para dos adultos y dos niños y emprendieron viaje con destino a la capital del Biobío, donde no contaban con agua ni luz. «Era una situación de estrés enorme que solo dimensionamos cuando estuvimos allá», relata Patricio Palacios, funcionario de la compañía. Saqueos simulados. Otra historia llamativa la vivió Juan Francisco Valenzuela, gerente de operaciones de ECSE Industrial Ltda., empresa reinspectora y de mantenimiento de cilindros de gas en Concepción. Su empresa no solo fue afectada por el movimiento de la tierra, sino también por los saqueos. Semanas después de recurrir al seguro, tuvieron un intento de saqueo, pero ahora tomaron medidas. «El equipo fue ingenioso, porque comenzaron a quemar neumáticos afuera del edificio. Así, cuando llegaba gente que quería entrar a robar, ellos les decían que ya habían saqueado todo y se iban», cuenta Valenzuela.